Gotas de agua decoran la ventana de mi habitación quedando opaca por culpa de esta lluvia. Las miro fijamente, intentando ver a través de ellas. Puede parecer cosas de locos pero... ¿Quién nunca se ha quedado observando la carrera protagonizada por dichas gotas frías?
Mantengo un debate conmigo misma viéndolas pisándose entre ellas, luchando por llegar a ser la primera en recorrer el cristal para conseguir su "objetivo". Se me escapa una sonrisa y pensé en voz alta: "¡Qué casualidad!".
Soy de las que le encanta ver más allá las cosas sencillas, no pude evitar el comparar la vida con unas simples gotas peleándose por desembocar .
Me di cuenta que cada una dibujan un camino a su manera alrededor de las demás. Se juntan, se separan. Algunas van acompañadas por unas pocas, las hay que crean gotitas más pequeñas y las escoltan hasta hacerse grandes para luego dejarlas deslizarse libremente...
Pero hubo una que me llamó muchísimo la atención de las miles que adornan la cristalera. Destacó su volumen, gordita, como yo. Mientras fluyó muy lentamente por su particular ruta, se hizo más pequeñita. Me dió sensación de mucha seguridad en si misma, porque no dejó que ninguna otra se entrometiera.
Así, hasta que llegó al borde donde se mezcló con las demás gotas caídas. Fue su fin, pero consiguió la meta.
El objetivo de mi vida vi reflejado en esa perseverante molécula de agua. Ahora bien, ¿Casualidad, destino, paranoias mías ..? no lo se.