Día tras día olvido de que el barco zarpó sin mí. Aunque sigo esperando en el embarcadero a que llegue, soy consciente de que no volverá. ¿Y por qué sigo esperando? Como si de la canción de Serrat se tratase: soy Penélope pero sin bolso de piel marrón y aún menos con zapatos de tacón. La madera en donde estoy sentada está igual de fría que mis pies, cuando las olas rompen contra la pasarela y me los moja. Sigo mirando al horizonte. Por mis retinas han contemplado paisajes de todo tipo pero todavía desean ver la figura del barco que ahora estará surcando el mar, hacia el lugar que nunca visitaré. ¿Volverá? Yo no lo sé. Pero por si acaso aquí a mi lado tengo lista la maleta, la que está llena de esperanzas.
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