Ya me pareció extraño. De un día para otro dejó de sonar el teléfono cuando siempre lo oía por las tardes, incluso algunas medianoches. Presté atención al reloj y no se escuchó el leve sonido al llegar las en punto. No recordé a la mañana siguiente qué estuvo viendo por la televisión porque siempre dejaba el volumen alto toda la noche. Sentí que algo no iba bien, pero no me preocupé.
Como todas las tardes bajé la basura, y en el rellano del segundo piso me topé con una de las habitantes veteranas del edificio. Ahí fue cuando me contó que mi vecina de abajo se murió hace dos días. Justamente en el momento que esos pequeños detalles rutinarios se esfumaron y más lo eché en falta. Aunque sólo la conocí de hace un año, me dio mucha pero mucha pena porque fue una persona muy buena.
Ese sentimiento aturdidor en el que realmente no sabes lo que tienes, hasta que lo pierdes apareció en mí. Ahora no hay día que no exprese a la gente que quiero, el inmenso cariño que les tengo.
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