Quiso llegar a lo más alto. Quiso, como mínimo, tocar las estrellas. Conversar con la luna. Tumbarse en su cuna. Quiso que el viento le golpeara en la cara, que le peinara, que la abrazara. Quiso que sus pies conociesen el tacto de las nubes; suaves, terciopeladas. Que las cosquillas recorrieran su cuerpo y de ahí su infinita sonrisa; firmamento.
Quiso independencia; rebeldía, batallar, gritar.
Lo quiso, lo deseó.
Quiso libertad.
Pero...
Lo quiso, lo deseó.
Quiso libertad.
Pero...
Quedó su cuerpo derribado, empapado en sangre. Quedó su ropa rasgada; semidesnuda. Quedó su pelo alborotado con hojas secas que también ejercían de almohada. Quedó su mirada fija, fría y dibujando cardenales. Quedó sus labios rotos; como roto le dejó el corazón.
Quedó...
Quedó tantas cosas en ese suelo... Quedó ella; sus sueños, su vida.
La mató.
La mató.
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