viernes, 8 de febrero de 2019

Ya eran mías

Sentí el desgarro. Dolió.
Mi piel, como papel de fumar, se rompió dejando paso a hilos de sangre que por la espalda fluyeron calientes. Llovió millones de pelusas blancas. 
Lo sentí crecer. Lo sufrí. Aquellos gritos desgarradores no fueron por otro motivo. Brotaron enormes. Tanto, que al extenderse eclipsaron la poca luz que hubo. De rodillas en el suelo, ya sin la angustia, el instinto hizo que abriese los ojos y vi lo que tanto deseé en años. Lo que tanto ansié formó parte de mí. Ya eran mías. 

Mis alas.
Mis amadas y hermosas alas. 

Con fuerza alcé el vuelo; valiente, decidida. Lo único que me golpeó fue el viento, y supe qué es surcar un cielo lleno de estrellas. Atravesé nubes sin que nada me hiciese daño. Por fin, salí de esa maldita galera. Por fin, dejé todo atrás. 

Resucité.





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