No, no fui fuerte.
Ni valiente.
Ni apretaba los dientes siempre que algo me superaba, ni tampoco gritaba con rabia cada vez que quise soltar algún sentimiento de adentro.
No.
No y mil veces no a todo lo que mostraba al mundo.
Débil, vulnerable, frágil, cobarde... y seguiría escribiendo sinónimos para definir que sólo existió pena en mí, esa sonrisa tan enorme fue de pega; fachada.
Por eso decidí apagar al corazón.
Al alma la dejé volar muy alto; libre.
Y a los que no lo entenderían, a ustedes, les pedí perdón.