viernes, 22 de junio de 2012

El placer del despertar

Y me desperté, tan cansada. Me siento en la cama pero antes fijándome que pie pongo el primero, tiene que ser el derecho para que todo salga bien. 
¡Mmmm... cómo huele a café! pero... ¿Qué? ¡si en mi casa no hay nadie! 
Levantándome ya de golpe, despacito, me dirijo hacia la cocina. Asomada a la puerta, no hay nadie. 
- ¡Buuuh!  
-¡Aaah! - me giro y con el corazón a mil por hora del susto, mi subconsciente solo sabe decirme ¿y este quien es?.
- Jajajaja ¿Te has asustado pequeña? - dijo con tono chulesco. 
- ¡Pero de que vas niñato! ¿Cómo has entrado en mi casa? ¡¿Quien eres y que haces aquí?!

Esa mirada, ojos verdes esmeralda, se me clavó en los míos y sin decir media palabra noté sus brazos rodeando mi cintura, con fuerza me llevó hacia sus labios. 
Intentaba quitármelo de encima, pero entre tu y yo, nunca jamás probé tal caramelo. Me dejé llevar. 

A 15 de Diciembre ¡y yo con esta calor!. Tomé el poder absoluto sobre su cuerpo y con mis manos iba peregrinando e investigando todo lo que podía agarrar. Y por su parte, demasiada delicadeza. Esas braguitas tan monas que me compré hace tiempo en el rastro, me las quitó poco a poco y yo, desesperada por verlas tirada en el suelo. 

¡Huy, la mesa! estábamos apoyados en ella y por culpa de las ganas casi se rompe el cristal. Así que le acorralo entre mis piernas mientras, mi Hércules, va cargándome hacia la encimera. Ahí, agarré su melena morena, le volví a mirar, dirigiéndome hacia a su oído:

- Mi nombre es Lujuria... ¿y el tuyo?
- Mejor, te lo demuestro. 

¡Uf! no hay más palabras, solo el sonido de la respiración por hacer tanto ejercicio juntos. Nunca, en lo que llevo practicando sexo, me concedieron tal honor de sentir todo el placer que el me daba. Parecía que me conociera de toda la vida por que, ¡madre mía! el poderío que tenia ahí metido.

Si antes estaba despeinada y medio vestida, ahora nuestros cuerpos desnudos frente a frente entreteniéndonos tan ricamente. Mientras el manoseaba lo que son mis tetas, yo me abandonaba voluntariamente para que me aprisionara con todo su órgano viril y claro, sintiendo aquello dentro de mi ¡quien no se dejaría! 

Orgasmo, solo se oía orgasmos... casi, ya casi... y...

- ¡Niña, despiértate ya joder! que son casi las tres de la tarde! 

Sobresaltada con los ojos como platos, me siento en la cama sudando. ¡Mierda! tuvo que ser un sueño. Pero una cosa que se me viene a la cabeza, ese muchacho... me suena mucho su cara... 


miércoles, 13 de junio de 2012

No puedo corazón

Abrazo desesperada en busca de algo que no tengo y siento vacío. Se escapó por esas grietas del muro roto que me costó tanto esfuerzo levantar para encerrar todos esos sentimientos, y ahora invaden un baúl que no tiene dueño.
Hasta donde me atraviesa, ¡deja ya de causarme tanto dolor! se que lo necesitas y no me niego a dártelo pero entiéndeme, corazón, no puedo suplicar lo que me estas exigiendo. 



lunes, 11 de junio de 2012

Ya duerme tranquila

Esa luz que brilla dentro de la inmensa oscuridad, figura blanca, resplandece con esa belleza que le caracteriza. Quedó solo de ella su llanto agonizando de dolor. 
Mendiga por esas calles tan estrechas. Subasta su pureza al mejor postor, y días tras días se oyen esos gritos de angustia disfrazados en orgasmos. 
La vi sentada en el suelo. Su pelo oscuro es quien esconde esa mirada tan inofensiva. Mis manos apartó su melena sin nada que decir, pues del primer momento embrujó mi corazón. Temblorosa por el miedo, muchos años de castigos cobrados y yo con un solo propósito. 
Agarré sus manos con todas mis fuerzas, le abracé como nunca hice y cerró los ojos; ya duerme tranquila.


jueves, 7 de junio de 2012

Y lo vi...


Y lo vi, rodeada de tanta gente a babor. Me quede prendida por sus ojos, azules como la mar en la que cruzábamos con ese enorme transatlántico. Su figura apoyada a la barandilla mirando hacia un horizonte cubriéndose al anochecer; y en su mano derecha, un cigarro que en ese momento envidiaba porque era lo que sus labios besaban.

Temía que se volviera, pero el destino pícaro, me traicionó. Sonó la bocina y él, por instinto, se giró. ¡Oh no… me vio! Su rostro, sorprendido, dibujó al instante una sonrisa sagaz, y tranquilo, se dirigió al lugar donde yo me encontraba.

Mientras, sentía con cada paso cómo mi corazón volcaba, dando un giro de 180 grados y mis mejillas sonrojadas demostraban mi timidez a su presencia. Clavándose en mis pupilas su mirada insinuante; se atrevió a pronunciar:
-¡Salomé! – dijo sonriendo. ¿Qué haces aquí?... sabía que nos volveríamos a encontrar.