lunes, 2 de julio de 2012

Última parada, tus besos

- ¡Qué nervios! tengo tantas ganas de volver a verlo. ¿Qué hora es? ¿son ya las 10:15? vaya... todavía quedan unos cuatro minutos. 

Me siento en la parada, esperando a que llegue. Al lado mía, María, la pobre ya la tengo amargada. 

- Pero siéntate niño. ¡No veas! si lo llego a saber, no cogemos el autobús de esta hora. ¡Maldito momento que te dije de llegar tarde y tuviste que coger este bus! si lo llego a saber... 

- Anda ya - le contesté. Se que realmente estas muy contenta por verme tan feliz. ¿Verdad chocho?

María asintió con la cabeza y su enorme sonrisa. Esa mirada tan tierna y delicada me relaja tanto, menos mal que viene conmigo. Vemos pasar los coches, motos, peatones... ¡solo falta que pase ya el autobús!

- Dani, a tu izquierda.

Me levante de un golpe, ¡por fin vi el autobús!. Se paró en frente, se abrió las puertas... ¿No está?. Asombrados, María y yo nos miramos con la misma sensación. ¿Pero, dónde está? 

- ¿Subís o no? - Nos preguntó el conductor.

Sin decir ninguna palabra por la situación, el chófer cerró las puertas y se fue. 

- ¡Qué me ha dejado tirado, Mari! al final, a elegido a su mujer. - rompí a llorar, en los hombros de mi mejor amiga. 

- Cari, no te pongas así. Sabias que podía pasar. ¡Esta noche nos vamos de juerga! verás que encuentras un maromo mucho mejor. 

En ese mismo instante, un coche negro dio un frenazo al lado nuestra.  

- ¿Qué haces abrazada a mi chico, guarrilla? 

Al escuchar esa voz, asome la cabeza por la ventanilla. ¡Era el! tan guapo, su pelo moreno y esa camisa blanca marfil que tanto le favorece, la que le regalé. Pantalones negros marcando todo su señorío. ¡Hay madre mía! me lo comía ahí mismo.

- Subes o te quedas con ella. - volvió a gritar. 

-¡Voy! - agarré la mano a mi amiga, y ella, sin dejar de sonreír me dio su permiso para irme con el. 

- ¡Pasároslo bien! 

Me subo al coche. Despidiéndome de María le lancé un beso al aire, solo para ella. 

¡Me siento tan feliz! ya lo tengo a mi lado, puedo tocarle, acariciarle, sentirle... es lo que deseaba nada más conocerle. 
En la radio, una canción que me sonaba mucho. No me acuerdo si era por la primera vez que nos besamos o cuando me dijo que sentía algo por mi pero que era imposible.

- Fue cuando te dije que hay un sentimiento creciendo y era por tu culpa. ¿Ya no te acuerdas Dani? - Me dijo mientras conducía. 

- ¡Vaya! ¿pero cómo sabes lo que estoy pensando? - Le contesto atónito. - Pero que si me acuerdo, solo era para saber si te acordabas tú. 

Se quedó el coche en silencio, solo se oye la canción.

- Por cierto, ¿dónde vamos?

- Hoy eres mio, no te vas a escapar como otras veces. Ahora si que no tienes escusas. Nuestro pacto ya queda claro ¿no? 

¡Ahhh! mi corazón salta de alegría por mi, ya que no puedo. Recuerdo que estoy dentro del coche. Veo, que me lleva a un lugar que no conozco, nunca he estado aquí. Muchas naves de empresas enormes y solitarias. Solo falta la pelotilla del oeste para que sea igual que en las películas.

Entramos en una de esas naves a pie, el coche lo aparcamos afuera en la puerta. Todo a oscuras, ni una ráfaga de luz ni nada, muy tétrico. Pero, se percibe la figura de algo grande en medio de toda esa sala. 
Se acerca a no se donde, por que no veo en esta oscuridad y enciende de la nada unas pequeñas estrellas que se iluminan en el techo. Solo miro hacia arriba asombrado por tal belleza. 

- Ya que no puedo regalártelas, las traigo. Mira, ¿lo reconoces? 

Miro donde señala con el dedo. ¿Cuál es mi sorpresa? ese famoso autobús en lo cual, esta preciosa historia nace. Nos miramos y sin saber cómo, nuestros labios se encuentran por fin dando rienda suelta a todo este sentimiento que resurge entre nosotros.

En ese momento agarra mi mano para llevarme dentro del bus. Abrió las puertas y subimos. Se sienta en el asiento del piloto y yo, miro a donde sentarme pero, me paró. 

- ¡Oye! ¿A dónde vas? - guiñándome. 

En seguida le pillo la indirecta. Levanta el brazo y deja que me siente detrás de su asiento. 

- Pues, a donde me lleves tu guapetón. Pero te digo que no tengo ni un duro. 

- ¡Bueno! sin dinero no le puedo llevar a ningún sitio caballero. - criticó. - Pero, sin ser grosero, pienso que hay otras alternativa para pagar lo que me debería, si le dejo subir. 

- ¿Si? ¿Quieres qué...? 

No me deja terminar la frase. De un salto se puso enfrente y cerro mi boca con la suya. Su lengua juguetona con la mía, compiten para entregar el mejor de los besos. Ese sabor a dulce, a pasión. Saltan chispas dentro de este autobús. 

Poco a poco desabrocho cada botón de su camisa, mientras sin perder tiempo, arrebató mis pantalones dejándome en calzoncillos para acariciar todo mi ser. Su pecho descubierto y mis manos con un solo fin: saquear íntegro su cuerpo sin dejar un centímetro por explorar. 

Por culpa de los asientos, al ser tan estrechos, cada roce se hace más placentero. Noto su miembro, tan duro como el mío, roza mi trasero. Mientras con sus garras coge mi cuello para acercarse a mi oído:

- ¿Disfrutando del viaje señor? - Con voz de gozo.

- ¿Lo dudas?. - se escapa un ligero suspiro del gusto. - Creo que los dos estamos disfrutando de este recorrido por la ruta del placer. 

Me contesta dándome más caña a cada minuto. Los sillones son cómplices de este idilio y los utilizamos a merced de nuestra imaginación.

Se empaña los cristales. Nuestro aliento, cansado, pero satisfecho de recorrer esta excursión por cada zona del bus, junto a la persona que me hace vibrar, me hace feliz.

Nos sentamos al final del pasillo, terminamos el juego para tener un poco de descanso. Me echa el brazo por encima y sujeta con fuerza mi cintura, me mira a los ojos: 

- Me he dado cuenta. Lo que tenía con mi mujer era solo una tapadera y gracias a ti, ahora si digo que soy yo al cien por cien. Gracias Dani, por estar a mi lado. 

No le digo nada, un beso, lo dice todo. 

- Pero, hay algo que me dijiste hace un tiempo tu también, que no se si al final cumpliste o no. - Dice.

- ¿Algo de qué? - Contesto extrañado.

- ¿Al final tus padres ya saben lo que sientes?...  




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