viernes, 20 de noviembre de 2015

Promesas

De esas promesas que tarda en cumplir porque es el tiempo quien tiene el mando. Mientras, sigue soñando en cómo será ese momento en que, por fin, le mire a los ojos y pueda abrazarle.



miércoles, 11 de noviembre de 2015

Por ti

No hay día ni noche que deje de pensar y me vuelvo loca. No puedo evitarlo. Te prometo que siento a esas mariposas de las que todos hablan y que tampoco me dejan dormir. Es escuchar tu nombre incluso tu apellido y mi alma se enciende como quien le da a un interruptor para que la luz predomine sobre la oscuridad. Algo muy fuerte que de mi corazón sale sin que pueda hacer nada por esquivarlo.Y tú tienes la culpa. Siento todo por ti.



miércoles, 4 de noviembre de 2015

¡Dejadme equivocarme!

Ni pienso ser una madre perfecta, ni trabajadora que lo hace todo espectacular. Tampoco quiero saber cómo estar alegre y feliz siempre, sin tener que decir que paso de esos consejos malos para tener una vida perfecta. ¡No! ¡No lo quiero! Mi manera de hacer las cosas no serán las adecuadas para algunos y me da igual. Aprender de los errores es la mejor forma de vivir. No quiero que cuatro gatos expertos digan lo que tengo que hacer: si quiero reír, río, si quiero llorar, lloro, si tengo que sufrir, sufro y ya está. ¡Dejadme equivocarme!


miércoles, 28 de octubre de 2015

Ten en cuenta...

Ten en cuenta que cuando me rompas el corazón ni intentes hablarme, estoy más pendiente de recoger los pedacitos del suelo que de tus sucias palabras de arrepentimiento. Da nada me sirve ese perdón cuando el daño ya está hecho.




domingo, 25 de octubre de 2015

Grietas

Hemos tenido varias conversaciones en la que me di cuenta que nuestros caminos son muy diferentes aunque estemos juntos en el mismo. Me refiero exactamente cuando tú quieres o tienes unos sueños, metas, ilusiones... y la otra persona, la que está en tu vida porque la quieres, piensa hacer todo lo contrario a ti mientras camináis, supuestamente, en la misma dirección. Con esto no me refiero a que sea tan egoísta como para que haga lo que yo quiera. No, porque tiene que vivir su vida y no la mía. Pero tampoco puedo evitar comerme la cabeza con esta pregunta: ¿por qué tengo que dejar de un lado esas cosas que tanto deseo hacer antes de irme de este mundo? Me lo pregunto porque lo tiene muy claro: Yo no quiero esto, tampoco aquello y de lo otro ni hablemos... mientras callo, por dentro muero por decir que lo dejé todo por estar juntos (parece que se le ha olvidado y tampoco lo suelto porque pensaría que se lo echo en cara). Cuando hablamos, esas contestaciones suyas duelen quiera o no y me derrumbo cayendo al suelo desplomada. Aún así al rato siempre me levanto como si no hubiera pasado nada, el amor es lo que tiene. ¿Pero sabéis qué? de todas las veces que me he caído durante este tiempo siento como la tierra se está agrietando cada vez más bajo mis pies. Noto que al final, aunque duela, se creará otro camino nuevo ante nosotros. 


martes, 21 de julio de 2015

Óctuple

Esa noche el perfume que ocupaba la habitación era del tabaco. No sé cuantos cigarros fumé antes de tumbarme en la cama, fui consciente cuando quise apagar el último y el cenicero estaba lleno de colillas. Así que estrellé el pitillo como pude. El humo ascendía suavemente mientras yo miraba el techo amarillento por culpa de la nicotina.

– Joder, a ver si pinto de una vez. – Dije.

No quise pensar más en ello, por eso apagué la luz de la lamparita. Me quedé medio a oscuras en el cuarto porque un pequeño brillo se colaba por las ranuras de las persianas. La nube de humo dibujaba la silueta de esa luz. Medio relajado cerraba poco a poco los ojos y los volvía abrir. En ese momento no tenía sueño, la verdad, pero eran las tres de la mañana y a las siete sonaría el despertador para ir a trabajar. Quería obligarme a dormir. Al bajar de nuevo los parpados noté algo extraño: una ráfaga de luz iluminó de repente la habitación. De un salto me levanté, subí la persiana y no volví a ver nada porque todo estaba aparentemente tranquilo, aún así yo me puse inquieto. Volví a sentarme al filo de la cama, cogí el paquete de tabaco que estaba en la mesita de noche y encendí otro cigarrillo. Los nervios se sosegaban por cada calada y al final me desvelé completamente. Al rato miré el reloj, eran las tres y cinco. Quedaban cuatro horas de sueño.

– Mañana me esperará un día muy largo.

El silencio predominó hasta que un estallido muy molesto (no duró ni dos segundos) fue suficiente para despertar a todo el barrio. Pegué un respingo del susto e inmediatamente quise abrir la ventana para ver qué sucedió. Los vecinos hicieron lo mismo que yo, la mayoría estábamos asomados. En la calle la vida parecía normal como si no hubiera pasado nada.

– Habrá sido una tormenta. – Escuché a lo lejos.

Pero el ruido ese volvió y esta vez acompañado de gritos. En shock estuve viendo aparecer de la nada esa procesión de gente corriendo por la avenida. Me acojoné.

– ¿Qué es todo esto? – Dije en voz baja.

Los chillidos no dejaban de sonar y cada vez eran más frecuentes. Así que fui acercarme al cenicero, apagué el cigarro y de repente esa luz de antes volvió pero no por un instante. La habitación estaba completamente iluminada por un color azul intenso que se proyectaba desde la ventana. En la pared vi mi silueta y también la de algo a mi lado que tenía forma de tubo. Con los cojones de corbata iba girando muy despacio y lo vi.

– ¡Joder! – Grité fuerte.

Lo que estaba en mi ventana era un brazo metálico gigante y en el final del dichoso brazo había una especie de ojo que por ahí salía la luz. Quise arrimarme a eso para conocer más pero el miedo me lo impedía. Me quedé de estatua delante de esa cosa. Como si de una serpiente se tratase el tubo gigante se fue dejándome sin luz.

– ¿Pero qué coño era eso? – Exclamé.

Sin pensarlo volví a la ventana y no di crédito a lo que mis ojos me mostraba en ese instante: Gente desesperada, corriendo y gritando por toda la carretera junto a esos brazos enormes que les cogían. En los edificios de enfrente esas cosas rompían las ventanas y agarraban todo lo que se movía. Pero lo que más impresión me dio fue cuando miré hacia el cielo y pude ver aquella criatura debajo de nuestras cabezas. Era como una araña del espacio, con ocho patas metálicas más grandes que los edificios y los brazos enormes causantes del pánico en la ciudad. Atónito quise salir corriendo de la habitación pero me di cuenta que algo me atrapó y dejé de notar mis pies del suelo. Me armé de valor para pegarle puñetazos y de esa forma me soltase ¡fue en vano! Aquello tenía más fuerza que yo. Grité. Me dejé el alma gritando de angustia porque no sabía qué iba a ocurrir exactamente aunque en mi cabeza estaba claro: era mi fin. El brazo me alzó hasta lo más alto. Pude verme reflejado en los ojos de aquella asquerosa araña y tontamente le supliqué:

– No, por favor. – Nos miramos y el brazo me soltó para que mi cuerpo cayera al vacío. – ¡Aaaah..!
– ¿Cariño estás bien?

Me incorporé en la cama de golpe, sudando, nervioso y con taquicardia.

– Cielo, ¿te pasa algo? – Me volvió a preguntar.
– Eeeh... – Miré al rededor y la vi tumbada al lado mía cogiéndome del brazo para tranquilizarme. – Sí, estoy bien.
– Creo que has tenido una pesadilla. – Me dio un beso en la mejilla.

Yo seguía exaltado y confuso pensando en todo lo que había ocurrido. Por eso me pellizqué el brazo, quería comprobar que seguía vivo.

– Por cierto, ¿qué haces tú aquí? – Le dije extrañado.
– ¿Me lo preguntas en serio? – Se incorporó ella también. – ¿No te acuerdas que me invitaste a tu casa esta noche?
– Solo recuerdos los últimos quince minutos.
– Pues desde las ocho de la tarde estamos juntos, Jorge. ¿De verdad no te acuerdas?
– Recuerdo que estaba solo, pasó lo de la araña del espacio...
– ¿Araña del espacio? – Dijo sonriendo.
– ¡Sí! ¿Tú no lo has visto? La luz, los brazos gigantes, la gente corriendo...
– Cariño, está claro que has tenido una pesadilla. Anda, échate e intenta dormir.

Nos besamos y ella cogió el sueño en seguida, yo me quedé sentado en la cama. Agarré el paquete de tabaco de la mesita y encendí un cigarro. Mientras echaba el humo la luz tenue de la calle iluminaba la habitación por las rendijas de la ventana. Terminé de fumar, apagué la colilla y por fin pude cerrar los ojos. De la ráfaga que me habló ella al día siguiente, no me enteré de nada.


A Jorge Rubio,
con todo el cariño del mundo. 




domingo, 10 de mayo de 2015

Lacrimosa (Requiem) - Amadeus Mozart

Es inconfundible. Suenan las dos primeras notas y la reconozco al momento, no por escucharla a diario, si no porque los pelos de todo mi cuerpo se ponen de punta instantáneamente. Creo que mi alma se siente identificada con ella y es por eso, que siempre que suena, me transporta a otra dimensión en la cual los sentimientos de Amadeus Mozart y los míos se encuentran y no están solos. 
Una obra de arte donde el dolor y la tristeza van de la mano junto con la muerte, eternamente inseparables. Su melodía me acuna suavemente intentando dar consuelo y esas voces de ángeles pretenden facilitarme tranquilidad pero no la hay. Porque todo es oscuro cuando sabes que, tarde o temprano, la vida te cerrará los ojos perpetuamente.  



miércoles, 6 de mayo de 2015

No todo vale

Estoy enfadada. Enfadada no, mejor dicho decepcionada conmigo misma. El motivo de esa decepción no es otro que el de seguir por el camino que no quiero. ¿Dónde está esa fuerza que me caracteriza? ¿Por qué no cojo el desvío y tiro para el otro lado? Sé de sobra las respuestas pero no les hago caso, por eso me cabreo y ya no puedo más. No todo vale. Se puede decir que estoy viviendo un sueño pero no más lejos de la realidad. Está feo que lo diga pero me importa un carajo esos sueños si no estoy bien. Y duele. 
Duele saber que por mucho luchar, la marea va en contra. Pierdo fuerzas, esperanzas, ilusiones... pierdo todo y es cuando me doy cuenta que estoy entre estas cuatro paredes sin salida. Al alrededor existe la oscuridad absoluta, por eso tengo miedo a dar el paso porque no sé a dónde iré a parar. Entonces aparece tristeza acompañada de soledad y hablo con ellas hasta darme cuenta que soy una loca tonta por no decir otra cosa.
¿De verdad merece la pena seguir así por un sueño? ¿De verdad merece la pena saber que estoy perdiendo el tiempo? Y si lo sé: ¿Qué coño estoy haciendo? 



domingo, 29 de marzo de 2015

Camino de luces...

Camino de luces, 
respetuoso silencio.
Respirar sentimientos, 
aguantar los nervios.
Olor al incienso, 
barullo de gente.
Tormenta de aplausos, 
gritos de emociones.
Penitencia y promesa.
Lágrimas, pasión... 
Semana Santa malagueña, 
así la vivo yo.


jueves, 26 de marzo de 2015

Celeste

Ese día deseé con todas mis fuerzas que terminase la hora para salir del trabajo. Acabé reventada de tantas y tantas reuniones con clientes. Quise llegar cuanto antes a casa para descansar. Por eso nada más llegué al portal abrí rápidamente la puerta, pero al intentar cerrarla un brazo pasó por mi lado derecho de la cara y agarró uno de los barrotes. Abrí los ojos mientras noté que mi cuerpo no respondió al intentar moverme por el susto. 
- Casi me quedo afuera. - Escuché. - ¿Me dejas pasar? 
- ¡Ay sí! Perdona. 
Me aparté como pude y fue cuando le vi. Llevó una chupa de cuero de color negra y no bajé más la mirada porque sus ojos marrones me atraparon nada más fijarme en ellos. 
- ¿Te puedes creer que te has quedado boba mirándole? - Me soltó el jodido subconsciente. Entonces reaccioné y noté como mis pies bajaron de nuevo a la tierra. Me di cuenta que tenía el mismo aspecto que la mayoría de mis clientes: Alto, guapo, con el pelo negro... no entré en detalles porque es una de mis normas como profesional. No quiero que pase lo que a muchas de mis compañeras les pasan, se enamoran. Me dispuse a subir las escaleras y él, cuando le di la espalda, cerró la puerta. El ruido de mis tacones retumbaron por todo el rellano hasta que paré en la puerta del ascensor. De nuevo él fue más rápido que yo y tocó el botón de subida. 
- ¿Vives aquí? 
- Pues sí, vivo aquí. - Le contesté. - A ti nunca te he visto. ¿Eres vecino nuevo? 
- Que va, es la primera vez. Vengo a visitar a una amiga que se llama Celeste. - No me lo pude creer. Al escuchar el nombre de Celeste me temblaron tanto las piernas que no reaccioné al momento. - ¿La conoces? - Me preguntó enseguida. 
- Eh... no. No la conozco. Le contesté lo primero que pensé y con la voz muy temblorosa. 
Justo llegó al ascensor. Entré primero porque él hizo un gesto para cederme el paso. Me coloqué en la esquina más apartada para que tuviera sitio. 
- ¿A qué piso vas, guapa? 
- Eh... al tercero. 
- ¿Te has olvidado dónde vives? 
- No, hombre. No es eso. 
- ¿Entonces? 
- ¡Entonces nada! - Le dije sonriendo. 
- Y yo pensando que te ponía nerviosa. 
- ¿En serio? Pero si no te conozco. 
- Eso no significa que no te guste. - Me lo dijo mientras se acercó a mi para acorralarme en aquella esquina. 
- ¿De verdad piensas que me gustas? Te estas equivocando conmigo. 
- Vaya... sería una pena equivocarme. 
- ¿Por qué? - Le pregunté extrañada. 
- Porque no he podido evitar fijarme en ti. 
Me quedé sorprendida con su respuesta pero más cuando noté sus labios sellando los míos. Entonces no sé si fue porque estoy tan acostumbrada a mi profesión que me tomé la situación como si fuera una de mis citas. Saqué a esa mujer que a todos mis clientes les gusta. Le agarré fuertemente su cintura y nuestros cuerpos se conocieron al igual que lo hizo nuestras lenguas. Mientras sus manos cogieron mi cara para no dejarme escapar. Yo sólo pensé en el ascensor apunto de llegar al tercero y el iba un piso más arriba. 
- Creo que a mi amiga la veré otro día. - Dijo entre morreo y morreo. 
- ¡No! - Me aparté totalmente de él. 
Afortunadamente sonó el ding confirmando que había llegado, supuestamente, a casa. Salí y nos quedamos mirándonos sin decirnos nada mientras las puertas se cerraron en nuestras narices. No sé por qué eché a correr escaleras arriba para encontrarme de nuevo con él. 
- Espera. - Le grité desde las escaleras cuando vi que apunto estuvo de tocar el timbre de la puerta. 
Se quedó mirando cómo estuve de agobiada por subir tan rápidamente. Me faltaba el aire pero me lo volvió a quitar con sus carnosos labios. Mi bolso cayó al suelo dejando todas las cosas esparramadas en el pasillo, me dio igual. Yo sólo noté sus manos acariciando cada centímetro de mi cuerpo intentando subirme un poco la camiseta blanca que llevaba para rozar con sus dedos mi piel. Yo intenté hacer lo mismo con él. Entonces directamente se quitó la chaqueta de cuero y seguido la sudadera negra que tenía puesta debajo. Le vi ese tatuaje en el pecho que poca importancia le di porque en mis manos tuve el poder de taparlo mientras le palpaba su torso desnudo. Por ese motivo, al rato, me puse nerviosa al notar que sus manos seguían en mi cintura porque no se atrevía a quitarme la ropa. En ese momento mientras me miraba le agarré del brazo y bajamos unos pocos escalones para que ningún vecino nos viera. Le senté. Delante suya me levanté la camiseta dejándole ver mis pechos con el sujetador de encaje negro. Sentí reflejada en su mirada ese deseo de hacerme suya, más ganas me entró de probar más. Abrió sus piernas, de rodillas me puse delante suya y comenzamos a besarnos de nuevo. Él me demostró su destreza quitando ropa interior femenina porque de un salto desabrochó mi parte de arriba dejando que sus manos fuese lo único que sujetase mis pechos. Yo no quise ser menos. Así que desabroché el botón de su vaquero, bajé la cremallera y metí la mano en su calzoncillo. Aquello que noté me puso más caliente sonrojada de lo que ya estuve. Me entró escalofríos muy intensos cuando jugué con su miembro y se me escapó un gemido que otro por culpa de sus caricias en mis pezones. Sin pensarlo más veces, me levanté para bajarme la falda de tubo y quitarme la braguita que en ese momento me estorbaba. Una mano suya muy traviesa tocó mis labios para saber si estaban mojados, lo sé porque cuando él hizo ese gesto le delató una risa picarona y a mí me entró más sudores. Quise hacerlo poco a poco. Suavemente empecé a bajar hasta sentarme completamente en sus piernas y, por fin, le sentí dentro de mí. Sólo ese instante fue así de despacio. Con todas las ganas que tuvimos los dos, el ritmo fue cada vez más rápido hasta llegar a su total esplendor y terminar con una mano suya tapándome la boca para que los vecinos no oyeran mi orgasmo. Pero fue en vano. Justo al terminar nuestro acto de pasión, una de las puertas del rellano se abrió. Rápidamente él se subió el pantalón, agarró sus cosas y echó a correr escaleras abajo sin antes mirarme y lanzarme un beso. Le sonreí como una boba. Una vez sola me coloqué bien la falda, cogí la camiseta y me tapé como pude. 
- ¿Y todo esto qué es? - Escuché 
- Eh... es mío, Remedios. - Subí los pocos escalones hasta llegar a donde seguía todas mis cosas por medio. 
- ¿Pero qué te ha pasado, niña? ¿Estás bien? ¿Te han hecho algo? Es que he escuchado un ruido muy raro y... 
- No, no. Tranquila. - Le corté. - Sólo vengo un poco mareada y... nada. Estoy bien. 
- ¿Seguro que estás bien? ¿Quieres que llame a la Policía? 
- De verdad, Remedios, no hace falta. Estoy bien gracias. - Le contesté un poco cabreada. 
- Entonces me vuelvo a dentro. Buenas noches, Carmen. 
- Buenas noches. 
En cuanto cerró la puerta, di un suspiro tan grande de alivio que me quité todos los nervios de encima. Recogí todo y al fin entré en casa. Me quité los tacones, solté lo que portaba en mis manos en la entradita y directamente fui a echarme en el sofá. Justo en ese instante fue cuando empecé a coger un poco de conciencia y recordé lo que había pasado durante el día y en esos quince minutos con ese chico misterioso. Pensé que lo raro no fue habérmelo tirado en el rellano de mi casa, a la vista de todos los vecinos y sin saber quién es. La pregunta que me rondó por la cabeza fue: ¿Por qué no le dije que yo era Celeste?


viernes, 20 de febrero de 2015

Me llaman loca

Me llamaran loca
por quererte como te quiero
pero no me importa
porque sé que siento
y es muy sincero. 

Al amor, 
los únicos años que le preocupa
serán aquellos 
que pase a tu vera.
Lo demás, secundario.

Así que no te inquietes, 
corazón. 
Intentarán envenenar mi alma
pero yacerán en vano. 
Porque mi mejor antídoto
será tu cariño. 

Será estar a tu lado.





lunes, 9 de febrero de 2015

A mi abuelo Juan

Esa niña de cinco añitos que lloró tanto toda la noche, la primera vez que durmió fuera de su casa y todo porque no podía pasar un día sin estar con su abuelo, era yo. Tras muchos años después vuelvo a empapar mis ojos de lágrimas por ti. Pero ahora en estas dolorosas lágrimas hay veintiséis años de recuerdos vividos juntos. Todos ellos sellados con fuego en mi corazón para que jamás se borren ninguno.  
Aún sigo sin creerme que no volveré a ver tu gran y expresiva mirada junto con tu sonrisa de pícaro cada vez que jugabas conmigo y con mis hermanos. O cuando te quejabas al hacerte cosquillas, ¿te acuerdas, abuelo? Lo hacía porque al final acababas en carcajadas, me encantaba verte reír. Son tantos y tantos momentos especiales que para siempre estarán en mi cajón de recuerdos, el que llevo dentro de mi alma.
Mientras escribo estas lineas no puedo evitar abrazar fuertemente tu fotografía. Esa que tengo en mi mesita de noche para sentirte cerca, como siempre. Porque te fuiste a ese lugar mejor donde ahora, por fin, descansas tranquilo. 
Sé que siempre estarás a nuestro lado. Nosotros siempre contigo, abuelo.